Respetad nuestro dolor.
Desde aquí, donde se alzan y culminan las
más elevadas cumbres de España; desde aquí, donde todos los afanes, las faenas,
los trabajos y los días quedan por debajo; desde aquí, donde no se puede hablar
más alto ni, seguramente, más claro, le decimos, le pedimos, a quien
corresponda: Respetad nuestro dolor.
No es llegado, todavía, el tiempo del
vencimiento. No es llegado, todavía, el tiempo de la humillación. No es
llegado, todavía, el tiempo del olvido, de la desmemoria o de la indiferencia.
No es, todavía, el tiempo de la derrota.
Respetad nuestro dolor.
Amigos, compañeros:
Buenas tardes a todos.
La fundación Sociedad y Justicia, ligada al
sindicato profesional ACAIP, me hace el honor de pedirme os diga unas palabras
de saludo en esta tercera edición del Memorial Conrada Muñoz.
¿Qué decir? ¿Qué son unas leves, frágiles
palabras frente a la marea de sufrimiento que entre las víctimas del terrorismo
ha provocado la canalla etarra? ¿Qué decir?
¿Hablaremos de justicia? ¿Hablaremos de
injusticia? ¿Hablaremos de perdón? ¿Hablaremos de olvido?
Se dice que los tontos, ni perdonan ni
olvidan.
Los ingenuos, perdonan y olvidan.
Los sabios, perdonan; pero no olvidan.
Si me lo permitís, lo que pienso es que
perdonar, o no perdonar, pertenece a la esfera de lo íntimo, de lo personal de
cada individuo, que otorgará, o no, su perdón condicionado por la gravedad de
los hechos o por su propia psicología y convicciones ideológicas o religiosas…
Nadie, más que el afectado, está en
condiciones de hacerlo, y su postura, en ese sentido, sea la que sea, merece el
respeto de los demás.
Sin embargo, el olvidar o el no olvidar, el
olvido, pertenece y es responsabilidad de la colectividad. Es la colectividad
la que tiene la obligación de mantener viva la memoria, la historia de los
hechos.
Nosotros, como los sabios del proverbio que
he citado antes, nosotros no olvidamos.
No olvidamos, no queremos olvidar, a la
madre de nuestro compañero Dionisio Bolívar, a Conrada Muñoz, en cuyo recuerdo
la fundación Sociedad y Justicia organiza este Memorial.
Como no olvidamos, ni queremos olvidar, a
Domingo Puente y a Luis Portero, asesinados en Granada.
Ni al presidente de la Diputación de
Guipúzcoa, Juan María Araluce, asesinado en San Sebastián, cuya hija Maite nos
acompaña.
Como no olvidamos, ni queremos olvidar, a
todas y a cada una de las víctimas de la violencia etarra, a las que rendimos
homenaje con este Memorial.
Tampoco olvidamos a nuestros compañeros: a
Ortega Lara, a Paco Camacho, a Montalvo, quienes, milagrosamente, salvaron la
vida.
Ni a tantos otros que han sufrido amenazas y
pesadumbres.
Todos están en nuestro recuerdo, y es
nuestra responsabilidad, responsabilidad de cada uno y de todos, mantener viva
esta historia y transmitirla a las siguientes generaciones.
No me refiero a transmitir una historia de
odio y violencia, sino una historia veraz de los hechos, que con eso ya es
suficiente…
Y además del recuerdo, con el recuerdo y el homenaje
a las personas que han sufrido la irracionalidad violenta de los canallas, es
deber de todos estar junto a ellos; apoyarles en sus justas reivindicaciones;
en su reivindicación de algo tan sencillo y tan complejo, tan inalcanzable a
veces, como Justicia.
No sé si conocéis el dato, queridos
compañeros, de que más de trescientos, repito, más de trescientos asesinatos de
la ETA siguen sin
resolverse. Es escalofriante decirlo, pero andan por ahí trescientos asesinos
cuyos actos quedan, por el momento, impunes.
Tenemos la obligación ética y moral de
estar siempre junto a las víctimas, junto a ellos, como españoles y como seres
humanos.
Porque, como escribió el gran filósofo
Immanuel Kant, en uno de sus pequeños y deliciosos ensayos: “Tengo que auxiliar
a ese hombre porque sufre, no porque acaso sea amigo o conocido mío ni porque
le considere capaz de agradecérmelo después, sino porque sufre. Ahora no es
tiempo de hacer distingos ni detenerse en cuestiones: es un hombre, y lo que
daña a los hombres, también a mí me toca”.
Muchas gracias.
Un abrazo a todos.
Y un democrático: ¡VIVA ESPAÑA!
Juan
Chirveches.