Por Juan Chirveches
Dedico el
artículo a la memoria
de Baltasar Fernández Cuéllar,
compañero de
colaboraciones para
esta revista.
Hombre bueno, amante de la
lectura y de
la cultura; hombre honesto, hombre cabal.
1.- La España islámica
El año 711 un ejército de musulmanes,
dirigido por Tariq, invade España. En muy poco tiempo derrumban el poder
visigodo y se adueñan de la mayor parte de nuestro territorio, a excepción de amplias
zonas norteñas de los Pirineos, montes vascos, macizo galaico y cornisa
cantábrica, en el corazón de la cual, en las montañas asturianas de Covadonga, el
año 722, iniciarían los españoles la larga y heroica gesta de la Reconquista.
Estos invasores llamaron al-Ándalus a
nuestro país, y permanecerán en él ocho siglos casi completos, hasta 1492 en
que los Reyes Católicos toman la ciudad
de Granada, capital del último reducto musulmán en la Península Ibérica.
Durante esas ocho centurias al-Ándalus, la España islámica, no siempre
constituyó un solo Estado, sino que, en el transcurrir de los siglos, fue
pasando por diferentes y diferenciadas fases políticas, con la creación y
desaparición de distintos Estados, sujeción a imperios norteafricanos o
fragmentación en decenas de reinos moros independientes entre sí.
En esquema, las sucesivas etapas por las
que pasó la España
musulmana, fueron las siguientes:
Del año 711 al 756 al-Ándalus es una
provincia más del extenso califato Omeya de Damasco, imperio que abarcaba desde
la actual Siria hasta los montes Pirineos, englobando Arabia, Egipto, todo el
norte de África y la península Ibérica.
Entre el 756 y el 929 fue un emirato, o
reino, ya independiente de Damasco, con capital en Córdoba.
929 - 1031: Califato de Córdoba.
1009 - 1090: Primeros reinos de Taifas,
pequeños reinos independientes como los de Almería, Murcia, Badajoz, Sevilla,
Carmona, Denia, Granada, Morón, Toledo, Zaragoza...
1090 - 1145: Bajo el imperio Almorávide,
que tenía su capital en Marrakesh (Marruecos).
1145 - 1170: Segundos reinos de Taifas
(Jaén, Valencia, Murcia, Baleares…).
1170 - 1223: Bajo el imperio Almohade, que
tenía su capital en Fez (Marruecos).
1223 - 1287: Terceros reinos de Taifas (Murcia,
Valencia, Granada, Niebla, Orihuela, Lorca, Menorca…).
1232 - 1492: Reino nazarí de Granada.
A lo largo de estos períodos el territorio
de al-Ándalus se va reduciendo cada vez más, debido a la presión de los reinos
españoles cristianos, que avanzaban de forma inexorable en la Reconquista de las
tierras perdidas a comienzos de la octava centuria.
Desde mediados del siglo XIII, lo vemos en
el esquema, la España
islámica -exceptuando algún foco aislado, como la taifa de Menorca, que cayó en
1287- había quedado reducida a la franja suroriental de la península, donde uno
de los reinos, nacido cuando las terceras taifas, el reino de Granada,
sobrevivirá de forma independiente durante más de dos siglos y medio.
2.- El reino nazarí de Granada
A comienzos del siglo XIII se resquebraja
el dominio almohade en al-Ándalus tras la batalla de las Navas de Tolosa
(1212), donde el ejército cristiano, formado básicamente por los reinos
españoles de Castilla, Aragón y Navarra, vence a las huestes mahometanas.
Muy pronto, aprovechando el descontento
creado por la derrota, surgen caudillos locales, como Ibn Hud, en Murcia;
Zayyan Mardanis, en Valencia, o Ibn Mafuz, en Niebla, que rechazan el poder del
imperio de Fez y se proclaman reyes independientes en sus territorios. Nacen
así los llamados terceros reinos de Taifas, la mayoría de los cuales no
perdurarán más allá de veinte o treinta años, ya que todos fueron cayendo en
poder de los cristianos españoles. Con una sola excepción: el reino de Granada.
Su fundador fue Muhammad Ibn al-Ahmar,
Muhhamad I (1232-1273), de la familia de los Banu Nasr, apellido del que deriva
el nombre de la dinastía granadina: nasritas, nazaritas, nasríes o nazaríes.
Al Ahmar había nacido en 1195 en Arjona
(actual provincia de Jaén). Era agricultor, pero esa actividad la compaginaba
con la dirección de acciones militares contra los cristianos, lo cual le había
granjeado prestigio entre los suyos y fama de buen guerrero. Tenía el cabello
muy rubio y por esta circunstancia los moros le llamaban Aben-al-Ahmar, que
quiere decir “el hijo del Rojo”.
En 1232, a sus treinta y siete años, se proclamó
en Arjona emir de los musulmanes, y adoptó el rojo como emblema de su reino. En
adelante, todas las enseñas y banderas del emirato nazarita lucirían ese color.
En 1233 elige Jaén como sede de su gobierno;
y, finalmente, en 1238, trasladó la corte a Granada, donde construyó para su
residencia una alcazaba, que es la parte más antigua y fortificada de la Alhambra, la cual, según
fuentes musulmanas, tomaría este nombre, al-Hamra, que significa “la Roja”, precisamente por
Alhamar, el Rojo…
Ese mismo año extendió su poder a Almería y
Málaga, con lo que se adueñó de toda la franja suroriental peninsular… En su
máxima extensión, el reino de Granada abarcó el territorio completo de las
actuales provincias de Almería, Granada y Málaga, la parte meridional de la de
Jaén, y algunas zonas de las de Córdoba, Cádiz, Sevilla y Murcia.
Sus reyes gobernaron con los títulos de
sultán y de emir.
3.- El siglo XIV
A grandes rasgos, siguiendo a Francisco
Vidal, podríamos señalar que de los tres siglos por que cruzó el emirato
granadino, el XIII fue el de su nacimiento y consolidación; el XIV trajo su
esplendor y apogeo; el XV, su decadencia y desaparición.
Así pues, el siglo XIV brilla de manera
notable en la historia de este reino. En especial, durante los sultanatos de
Yusuf I (1333-1354) y de su hijo Muhammad V (1354-1359 y 1362-1391).
En aquel siglo, que corresponde al VIII del
calendario musulmán, Europa se sumió en
una fuerte crisis, acentuada por la terrible peste negra de 1347-53, que se
cobró en torno a veinticinco millones de muertos sólo en el viejo continente,
casi un tercio de la población total.
El reino nazarita no escapó a esta plaga,
que se cebó con notable virulencia en Almería. Sin embargo, por diversos
motivos cuya exposición rebasaría con creces el ámbito de este artículo, para
el emirato de Granada aquella centuria significó una época de prosperidad económica
y relativa estabilidad política y guerrera. Además, el siglo XIV
granadino-andalusí alumbró uno de los más esplendorosos brotes artísticos y
literarios del Islam, con obras de arte y autores universales.
Se construyen en Granada los
hermosísimos palacios de la Alhambra. Bajo
Yusuf I se levanta la puerta de entrada al recinto alhambreño: la puerta de la Justicia; se inician la
gran torre de Comares, que alberga el impresionante salón de Embajadores, y el patio de los Arrayanes. Con Muhammad V se rematan estas
obras y se edifica el maravilloso patio de los Leones y dependencias aledañas,
como la asombrosa sala de los Abencerrajes, o la pequeña joya del mirador de
Lindaraja…
En esa centuria vive y escribe sus más de sesenta
libros el gran polígrafo de Loja Ibn al-Jatib, poeta, historiador, antólogo, médico,
visir…, uno de los más admirados intelectuales de la historia islámica.
Es en el siglo XIV cuando componen sus
poemas los granadinos al-Yayyah y Ibn Zamrak, cuyos versos, junto a los de
al-Jatib, convertidos en preciosas filigranas de yeso, decoran los muros de la Alhambra. Y también cuando
escriben sus obras el filósofo de Guadix Ibn Tufayl (los prestigiosos arabistas José Miguel Puerta y Fernando Velázquez Basanta, defienden y argumentan que pudo nacer en Purchena o en Tíjola) y el notabilísimo gramático
y poeta de Granada Abu Hayyan al-Garnatí.
Es en el siglo XIV cuando viven los grandes
almerienses al-Balafikí, Ibn Játima y Ibn Luyyún. Al-Balafikí, sabio y asceta,
poeta e historiador. Ibn Játima, excelente poeta y médico, autor de un precioso
diwan de poesías y de un valioso Tratado de la peste, así como de otro libro
desgraciadamente perdido: Ventajas de Almería respecto a los otros territorios
de al-Ándalus, que sólo conocemos por las elogiosas alusiones de diversos
escritores e historiadores de la época. Ibn Luyyún, autor de un célebre Tratado
de agricultura, que se conserva y que, afortunadamente, podemos leer hoy
gracias a la esmerada traducción que hizo la arabista Joaquina Eguaras. Luyyún
murió en Almería, en 1349, a
consecuencia de la peste negra citada más arriba.
Y es en el siglo XIV cuando nace en
Cantoria, vive y escribe su libro de viajes, en que relata su peregrinación a la Meca, nuestro paisano
al-Balawi.
4.- Jalid al-Balawi
En 1976 el autor de este artículo, a sus
veintiún años, estudiaba el cuarto curso de la carrera de Historia en la
universidad de Granada. Un día, en la biblioteca de la vieja facultad de
Letras, en la calle Pontezuelas, mientras leía y tomaba notas del libro
Historia de la historiografía española, de Benito Sánchez Alonso, sentí, de
pronto, una punzante y agradable emoción. En una de sus páginas encontré por
vez primera el nombre de un viajero y escritor del siglo XIV, nacido en
Cantoria: al-Balagüí (así aparece escrito en el citado libro). Mi entusiasmo
fue enorme ante tal descubrimiento: nunca había oído hablar de tan ilustre
paisano, autor de una célebre rihla o libro de viajes. Copié en mi cuaderno,
íntegra, la breve reseña que da Sánchez Alonso y volví a mi casa tan feliz como
niño con zapatos nuevos…
Desde entonces he procurado allegar el
mayor número de noticias o referencias que me ha sido posible acerca de este
cantoriano. Empeño, por cierto, en el que siempre me he visto muy limitado y
obligado a moverme a tientas, debido a mi lamentable desconocimiento de la
lengua árabe, idioma en el que se encuentran escritas las fuentes originales y,
también, las más extensas y completas reseñas sobre nuestro autor, así como su
propio libro, que, desgraciadamente, no ha sido traducido aún al español.
5.- Referencias sobre al-Balawi anteriores
al siglo XX
Ya en vida fue Balawi escritor reconocido y
poeta antologizado. Había escrito un famoso libro titulado Taj al mafriq fi
tahliyat ulama al-Masriq, que se puede traducir, aproximadamente, por La corona
que habla de los sabios del Oriente, en que narra las peripecias de su
peregrinación a la Meca…
Las alusiones a su obra y su fama, a veces controvertida, entre los arabistas
que tratan de la cultura hispanomusulmana, llegan hasta la actualidad.
Las principales referencias que tengo recogidas
sobre él (aunque la lista es, sin duda, mucho más amplia), son las siguientes:
Hemos hablado ya de Lisan al Din ibn
al-Jatib, uno de los más grandes escritores de todo el Islam. Nació en Loja, en
1313; y murió en Fez, en 1372. Riguroso contemporáneo de nuestro Balawi, a
quien conoció personalmente: vivieron, casi exactamente, los mismos años y
entre las mismas fechas. Al-Jatib escribe sobre el cantoriano en, al menos,
tres de sus libros conservados: al-Katiba al-kamina, Jatrat al tayf y al-Ihata fi ajbar Garnata. Ninguno de los
tres ha sido traducido al español, salvo fragmentos más o menos extensos.
Al-Katiba al-kamina es una antología de
poetas del siglo XIV en la que al-Jatib incluye al cantoriano, elogiándolo.
El Jatrat al tayf es un libro de viajes.
Cuenta la expedición de reconocimiento que en 1347 hizo el rey Yusuf I de
Granada con su séquito -en el que figuraba el propio al-Jatib- a la parte
oriental del emirato. Entre otros lugares visitaron Cantoria, donde les recibió
al-Balawi, convertido en cadí de la ciudad tras el regreso de su peregrinación
a la Meca. Refiere
al-Jatib un episodio burlesco sucedido en nuestro pueblo, que comentaré más
adelante, en el apartado 8 de este artículo… Lo cuentan los profesores
Hoenerbach y Bosch Vilá en un extenso
trabajo dedicado a este libro que fue publicado en la revista Andalucía
Islámica (1981-82).
Al Ihata fi ajbar Garnata, conocida más
comúnmente como “la Ihata”,
es una magna obra, de carácter enciclopédico, que en cuatro gruesos volúmenes
recoge gran abundancia de noticias genealógicas, históricas y culturales de
al-Ándalus, desde los tiempos de la invasión hasta el momento en que se
escribe, en torno a 1360. Incluye numerosas biografías de los principales
poetas y prosistas granadinos de los siglos XIII y XIV. En el tomo I, página
500 y siguientes de la edición que de la Ihata hizo Abdallah Inán en 1973, en el Cairo, al-Jatib
vuelve a hablar sobre nuestro paisano, acusándole ahora de plagiario por haber
copiado en su libro, según él, fragmentos de una obra anterior de al-Isfahani. Este
comentario lo han reproducido después, mecánicamente, numerosos tratadistas.
Sin embargo, en esta acusación no faltaron, al parecer, los motivos personales,
ya que se tuvieron mutua antipatía, aunque, anteriormente, como hemos visto,
al-Jatib había elogiado varios de sus poemas.
Al no estar traducido a nuestra lengua
ninguno de los tres libros citados, no he podido leer, directamente, lo que
al-Jatib dice de al-Balawi. En la biblioteca de Andalucía, de Granada, se
guardan ejemplares de las ediciones en árabe del al-Katiba al kamina y de la Ihata, que he tenido en mis
manos y he ojeado y hojeado, por el gusto de tocarlas, sin entender, claro
está, nada de lo que allí ponía.
Según mis noticias, en la actualidad (mayo 2012) existe el proyecto, que esperemos llegue a buen fin, de traducir la Ihata entre un equipo de expertos, que estarían coordinados desde la universidad de Granada... Se trata de una traducción extremadamente dificultosa debido a la enrevesada y personalísima manera de escribir de al-Jatib, que siempre ha planteado serios problemas a los traductores.
La segunda referencia importante que tengo
registrada sobre nuestro autor es la que hace Ahmad al-Maqqari, notabilísimo
historiador y filólogo magrebí del siglo XVII. Nació en Tremecén, en la actual
Argelia, en 1578, y murió en el Cairo, en 1632. Desde pequeño recibió una
cuidada educación, debido a la alta posición social de su familia. Durante
muchos años vivió en Fez, donde llegó a ser imán en la famosa mezquita al-
Qarawiniyya; y en Damasco, donde fue profesor en la madraza.
En Fez recogió abundantísima documentación
referente a la historia y la cultura de al-Ándalus en general, y de la Granada nazarí en
particular. Utilizó textos hoy perdidos, y escuchó los testimonios orales de
los descendientes directos de aquellos granadinos musulmanes que tuvieron que
dejar su tierra.
Este impresionante bagaje lo coleccionó y
ordenó en un libro, editado en ocho volúmenes, fundamental para conocer la Historia y la cultura de
al-Ándalus: el Nafh al tib, al que los modernos arabistas siguen acudiendo
como fuente imprescindible de noticias sobre la España islámica. La segunda
parte de esta obra es una amplísima biografía de al-Jatib, mientras que la
primera abarca desde la descripción geográfica del país, la conquista por los
árabes, el califato de Córdoba, los reinos de Taifas..., hasta la Reconquista cristiana
y expulsión de los musulmanes, así como multitud de biografías de literatos, poetas
y viajeros andalusíes y granadinos, con comentarios críticos. Entre ellos, al-Maqqari
cita a al-Balawi, y en su reseña cuestiona o modera la acusación de plagio que
sobre el cantoriano había lanzado al-Jatib.
Una vez más, hemos de lamentar que el
Nafh al tib, obra monumental e imprescindible, no esté traducido a nuestro
idioma. Pascual de Gayangos, el famoso erudito y arabista del siglo XIX, se
basó en este libro para escribir en inglés su célebre Historia de las dinastías
mahometanas de España (1843), que en buena parte es una traducción, muy
resumida, de la obra de al-Maqqari. El prestigioso arabista de la universidad
de Leiden Reinhart Dozy, la editó por primera vez (en árabe, claro), con el
título de Analectas sobre la historia y la literatura de los árabes de España
(1861). Desde entonces, el libro del Maqqari es conocido, de forma abreviada,
como las Analectas.
La profesora Celia del Moral ha dedicado a
este libro su tesis doctoral (1982), pero su estudio se ha centrado,
exclusivamente, en los poetas nacidos en la ciudad de Granada…
José Moreno Nieto (1825-1882). Natural de Siruela,
Badajoz. Fue el primer catedrático de árabe de la universidad de Granada, desde
1847 a
1858. Después, llegaría a ser rector de la universidad Central, de Madrid,
entre 1871 y 1874.
En uno de los párrafos de su “Discurso de
recepción ante la Real Academia
de la Historia”,
leído el 29 de mayo de 1864 y que versó sobre los Historiadores
arábigo-andaluces, cita de pasada al escritor cantoriano: “Era general
costumbre de los musulmanes del Magreb de hacer viajes al Oriente, ora por la
peregrinación a la Meka,
ora por asuntos de comercio, ya también para oír a los sabios famosos de aquel
país. Algunos de estos viajeros consignaron en relaciones escritas las noticias
que adquirieron y las observaciones que hicieron por sí mismos, siendo de gran
utilidad para la historia y la geografía estos relatos escritos no pocas veces
con estilo pintoresco y cierta agradable amenidad… En la época del reino
granadino fueron aún más frecuentes estos trabajos. Así tenemos noticias del
itinerario de Annuxerixi, que se conserva en el Escorial, del de Abu-Abdillah
Alwadixi y del de Jalid Albalawi”…
Francisco Codera y Zaidín (1836-1917),
nacido en la provincia de Huesca, en Fonz. Fue un eminente erudito y arabista.
Catedrático de griego en la universidad de Granada; de hebreo, en la de
Zaragoza, y de árabe en la
Central, de Madrid, donde sucedió en la cátedra al gran
Pascual de Gayangos, de quien había sido discípulo. Comisionado por la Real Academia de la Historia, viajó a
Marruecos, Argelia y Túnez, con el objetivo de reconocer, examinar y, en su
caso, adquirir manuscritos hispanoarábigos conservados en bibliotecas públicas
o privadas de aquellos países. Redactó numerosos informes y estudios al
respecto. Su principal trabajo es la monumental Biblioteca arábigo-hispana, en
diez volúmenes publicados entre 1882 y 1895.
En el Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo 23, de
1893, publicó Codera su artículo “Catálogo de los manuscritos de la Biblioteca
departamental de Argel”. En él alude a nuestro Balawi en los siguientes
términos: “…tampoco pude conocer, por no figurar en el inventario de Robert,
otro libro de autor español que pudiera creerse importante: es la Relación de la
peregrinación a la Meca
en los años de 1336 a
1339, por Abu Albaque Jálid ben Iça ben Ahmed ben Ibrahim ben Abu Jálid el
Balawi, natural de Cantoria, uno de los castillos del río Almanzora… De esta
misma obra se conservan dos ejemplares en la biblioteca de Túnez, en la sección
de viajes; pero como el autor es designado sólo por el patronímico, no sospeché
que fuese español… El historiador de Fez, Aben Alkadhi, le dedica un largo
artículo, citando muchas poesías suyas tomadas de notas autógrafas, que sin
duda se conservaban en gran abundancia y es probable que se conserven aún en
Fez, donde pudiera muy bien suceder que se encontrase el autógrafo de su viaje.
Aben Alkadhi confiesa que no sabía la fecha de su muerte, pero hace constar por
la fecha de una de sus composiciones, que Jálid el Balawi vivía en 1364”.
Este Alkadhi, historiador de Fez al que
alude Codera, es más conocido por la grafía al-Qadi. Se trata del escritor y
matemático Ahmad ibn al-Qadi (1553-1616). Escribió dos libros en que colecciona
numerosas y documentadas biografías de autores musulmanes. Me comunica el profesor
Fernando Velázquez Basanta que ninguno de sus textos ha sido traducido a lengua
occidental alguna, por lo cual, una vez más, no he podido consultar de forma
directa el artículo que al-Qadi dedica al añadío, y en el que copia, al decir
de Codera, muchos de sus poemas…
Francisco Pons Boigues (1861-1899). De
Carcagente (Valencia). De familia muy humilde. Estudió becado, debido a las
extraordinarias dotes que mostró desde pequeño, que llamaron la atención de su
maestro. Fue discípulo y amigo de Codera. Hizo una magnífica traducción de El
filósofo autodidacto, de Ibn Tufayl, que sigue plenamente vigente. Su temprana
muerte le impidió completar, y nos impide disfrutar de su Ensayo
biobibliográfico sobre los médicos y naturalistas arábigo-españoles, que habría
sido una joya.
Sí pudo terminar y publicar en 1898 la obra
por la que es conocido y reconocido entre los arabistas e interesados en el
tema: Ensayo biobibliográfico sobre los historiadores y geógrafos
arábigo-españoles. En la página 330 viene la entrada de El Balawi (escrito
así), que resumo: “Nació en Cantoria, junto al río Almanzora; abandonó su
patria, para emprender la peregrinación, en 18 safar del 736 (1335); viajó por
el Norte de África, Tlemecén, Bugía, Argel y Túnez, en donde se embarcó para Alejandría; por el Cairo llegó a
Jerusalén, y por Medina a la Meca
(…). En 1º de Dsul-Hicha del 740 (1339) llega a su patria. En su ciudad natal y
en otros lugares desempeñó el cargo de cadhí; publicó en un estilo muy
pretencioso y rebuscado la reseña de sus viajes”…
Según Pons Boigues, en 1893 (fecha de la
redacción de su ensayo, que se publicó cinco años después) existían manuscritos
de la rihla de al-Balawi en las bibliotecas de París; en la de Gotha; en la Karawiyyina, de Fez;
en la Aljama Zeituna,
de Túnez; en la École des lettres, de Argel, y en la Biblioteca Real,
de Berlín.
6.- Referencias sobre al-Balawi en el siglo
XX
A comienzos del siglo XX el arabista
británico William Wrigth tradujo y editó en inglés los Viajes de Ibn Jubayr, el
famoso viajero andalusí del siglo XII, nacido en Játiva, según unos, o en
Valencia, según otros. En el Prefacio dedica una página casi entera a nuestro
cantoriano. Recoge la acusación de plagio que le hace al-Jatib, y añade leña al
fuego al asegurar que también robó algunos párrafos de Jubayr. “El respetable
cadí -escribe textualmente Wrigth- era muy poco respetable en cuanto a su
literatura se refiere”… (Como veremos más adelante, esta acusación es absolutamente
exagerada e injusta, y estudiosos posteriores han puesto las cosas en su sitio,
haciéndole justicia a nuestro escritor).
Considero que puede resultar curioso, para
los amables lectores, reproducir en
inglés el comienzo del comentario que hizo este arabista en 1907, tal y como
está escrito en la página 17 de su libro: “The qadhi Abu l baqa Khalid ibn Isá
al-Balawi left his native city Qanturiya, now Cantoria, on the river
Almanzora”…
Por no hacer demasiado extenso o prolijo
este capítulo, cito de pasada a otros historiadores que, ya en el siglo XX, han
escrito del Balawi: Ángel González Palencia y Benito Sánchez Alonso, quienes, a
mi entender, reproducen la reseña de Pons,
resumiéndola, en sus respectivos libros Historia de la literatura
arábigo-española e Historia de la historiografía española.
El padre Tapia Garrido, en su Almería
hombre a hombre, página 32, asegura que “Mohamed Talbi lo tiene por un escritor
de talento, maestro en la prosa de arte rimado, y considera que su rihla, de la
que se conserva un ejemplar en la Biblioteca Nacional
de Túnez, merece ser editada”…
La arabista francesa Rachel Arié, una de
los mayores expertos en la
Granada nazarita, habla sobre nuestro autor en varios de sus
trabajos, en los que suele hacerse eco de lo que escribe originariamente al-Jatib.
Sin embargo, en una ocasión, en su pequeño ensayo titulado “Sobre la vida
sociocultural en la frontera oriental nazarí”, afirma también que “el relato de
viaje de al-Balawi es un documento literario de notable interés”…
Igualmente, le dedican un párrafo en la
página 28 del tomo VIII.3 -El reino nazarí de Granada- de la monumental
Historia de España Menéndez Pidal.
Entre los españoles, quien más ampliamente
ha tratado y estudiado a al-Balawi es el profesor de la universidad de Almería
Jorge Lirola Delgado. Es el autor de las extensas entradas que sobre él figuran
tanto en la Enciclopedia
de al-Ándalus, como en la espléndida Biblioteca de al-Ándalus, -que él mismo
codirige junto al profesor Puerta Vílchez-, aunque el tomo en que figura
Balawi no ha sido aún publicado. Según mis noticias, su aparición es
inminente.
En 1994 se edita su trabajo, expuesto tres
años antes en el II Congreso de Historia de Andalucía, celebrado en Córdoba,
“Travesías náuticas en la rihla del almeriense Jalid al-Balawi (siglo XIV)”. En
ese largo artículo, básicamente sacado del propio texto del Balawi, se centra
Lirola en las rutas marinas que siguió el añadío en su viaje hasta la Meca, las vicisitudes y
contratiempos por que pasó, y su regreso a Cantoria, casi cinco años después. Y
destaca “el valor documental que la obra presenta para conocer, por un lado, el
ambiente cultural de la época, al biografiar a numerosos sabios con los que
estudió, determinar qué obras y conocimientos aprendió con ellos y recoger gran
cantidad de versos; y para estudiar las rutas que enlazaban los principales
núcleos económicos y culturales, y la duración de los trayectos entre ellos,
por otro”.
Pero el comentario más extenso y completo
sobre al-Balawi del que tengo noticia, es el estudio introductorio con que el
marroquí Hassan Muhhamad al-Saih encabeza la edición árabe del libro del
cantoriano, que, en dos volúmenes, se publicó en Rabat en los años ochenta. La
edición va sin fecha, pero se editó no antes de 1979 ni después de 1991. En
este trabajo al-Saih desmonta, con serios y definitivos argumentos, las
acusaciones que al-Jatib y Wrigth hacen a al-Balawi, y reivindica la alta talla
literaria del ribereño del Almanzora.
7.- Su vida y su viaje
Según un breve artículo de Mari Carmen
Jiménez Mata, publicado hace treinta años en la revista Andalucía Islámica, la
familia al-Balawi tiene su origen en una tribu árabe del Yemen. Debieron llegar
muy pronto a España, tras la invasión musulmana de la Península, y en un
primer momento se asentaron en el valle de los Pedroches, al norte de Córdoba.
Desde allí, lentamente, se fueron extendiendo hacia el Este. Se tienen noticias
documentadas de dos balawis de los siglos XII-XIII, padre e hijo, ambos
maestros coránicos, y ambos naturales de Labassa (La Peza, Granada).
Por su parte, Pons Boigues, en su citado
Ensayo…, recoge, además de a nuestro añadío, a otros dos balawis de los que se
tienen escasas noticias: Ahmad ben Alí el Balawi, natural de Guadix, autor de
un libro titulado Vestigios de testimonios o autoridades, que se conserva en un
códice del Escorial; y un tal Ahmed ben Mohamed el Balawi…
A finales del siglo XIII y durante el XIV,
este apellido aparece ya arraigado en el valle del Almanzora, y se documenta en
varias personas de la zona: “algunos son tan conocidos -escribe la profesora
Jiménez Mata- como Jalid ben Isá al-Balawi, de Qanturiya, que vivió en la
primera mitad del siglo XIV”…
En efecto: Abu Baqa Jalid ben Isá ben Ahmad
ben Ibrahim ben Ahmad ben Ali ben Abu Jalid al-Balawi nació en Cantoria muy
probablemente en 1313, o en algún año anterior pero próximo a ése. He leído en
un trabajo de Rachel Arié que cuando Jalid se embarcó en Almería para realizar
su peregrinación a la Meca,
en octubre de 1335, tenía veintitrés años. Por tanto, podría haber nacido
también en 1312, aunque la señora Arié no argumenta su afirmación, al menos en
el texto de ella que yo conozco.
Por su parte, Jorge Lirola, en la Enciclopedia de
al-Ándalus, defiende que pudo nacer dos o tres años antes de esa fecha, porque
el propio Balawi asegura en su libro que en 1323 estaba estudiando en Málaga
con uno de los sabios coránicos de aquella ciudad…
Jalid procedía de una familia cantoriana de
muy buena posición. Su padre fue cadí (juez), predicador y persona de gran
prestigio en nuestro pueblo. El futuro literato inició los estudios con su
progenitor, en Cantoria, y los continuó, como hemos visto, en Málaga y,
después, en Granada, Almería y Fez. “En Granada recibió una sólida cultura
literaria y jurídica” (R.Arié).
El día 7 de octubre de 1335, sábado,
reinando Yusuf I, antes que las primeras luces del alba alumbraran el peñón del
Lugar Viejo, donde entonces se asentaba Cantoria, Jalid al-Balawi se puso en
camino hacia Almería para iniciar su peregrinación hasta la Meca, la cual conocemos muy
bien gracias al libro que escribió, donde anota curiosísimos detalles de su
periplo.
A finales de diciembre embarca en la
capital indaliana con rumbo al puerto de Hunayn. Según leemos en el citado
artículo de Lirola, “Travesías náuticas…”, ese puerto está ahora cegado, pero
en aquel tiempo era la salida al mar de la gran ciudad interior de Tremecén, en
la actual Argelia.
Recorre el norte de África, pasando, entre
otras, por las ciudades de Argel y Constantina hasta llegar a Túnez. Allí se
detuvo durante siete meses, que empleó en estudiar con los ulemas tunecinos, y,
luego, embarcó hacia Alejandría en una gran nave de tres plantas, donde viajaban
más de mil personas y en la que estuvieron a punto de naufragar.
En Alejandría le esperaba su hermano
Muhammad, que regresaba a Cantoria tras haber realizado ya su peregrinación a la Meca. Había salido del pueblo
dos años antes. Sin embargo, Muhammad cambia de planes y de rumbo, y decide acompañar
a Jalid hasta Jerusalén, donde le esperaría mientras el futuro literato
completaba su ruta hasta la Meca. Después
de ello, los dos hermanos, planean, regresarían juntos a Cantoria.
Así pues, ambos se dirigen al Cairo. Allí,
Balawi visita el mausoleo de al Sayyida Nafisa, construido entre los siglos XI
y XII, que contenía los restos de una de las santas más veneradas de Egipto:
Nafisa al-Hassan, que vivió en el siglo IX. En su libro nos dejará una
brillante descripción de este lugar sagrado para los musulmanes, y de un alto
valor documental, puesto que el mausoleo que describe al-Balawi ya no existe
porque fue sustituido por otros posteriores: la actual mezquita cairota de
Nafisa, aunque emplazada en el mismo lugar, data de finales del siglo XIX.
En un artículo publicado en la revista Arabica
(1976), Yusuf Ragib señala la gran calidad de esta descripción y defiende que
su autor debiera ser bastante más valorado por los críticos… Así describe Balawi
el citado monumento (agradezco a Carmen María López Chirveches su ayuda en la
traducción del texto desde el idioma francés, en que lo reproduce Ragib):
“En el interior del Cairo he visitado el
mausoleo monumental de al-Sayyida Nafisa, que Alá la haya acogido. He visto un
oratorio de una suntuosa decoración y de una suprema belleza. El oro y las
artes más variadas se encuentran allí en cantidad infinita, ensambladas en un
orden peculiar. Se llega después de franquear tres puertas de reluciente
esplendor. Entre puerta y puerta se extiende un gran patio por donde corren
aguas abundantes y limpias.
Hacia el sur del oratorio hay una puerta de
hierro, decorada, y encima una dorada inscripción: ‘Éste es el mausoleo de
al-Sayyida Nafisa ben Husayn ben Zayd ben Husayn ben Ali ben Ali Talib, que Alá
los haya acogido’. El interior de este oratorio contiene otro cuyo tamaño es
más reducido, la belleza más consumada, la terminación y la factura más
acabadas.
Al sur, una magnífica puerta da paso a una
maravillosa cúpula rebosante de oro y de belleza resplandeciente. El espíritu
se relaja y la imaginación se turba al recrearla y representarla. Unas
claraboyas dejan que penetre la luz en sus galerías cubiertas, donde no se
distingue la mañana de la tarde. Esta cúpula abriga la sepultura bendita.
Alrededor de ella se contempla una magnífica marquetería de mármol, cuyo
trabajo es original, cincelada espléndidamente en forma de entrelazos que
semejan un bosque de áloe; estrellas de plata y oro, lámparas de oro fino y
puro, pinturas con extraordinarios recamados y brocados, anchurosas columnas,
blancas como cera, de una factura admirable, que reposan sobre pedestales de
oro y de plata.
Estos tesoros atraen las miradas por su
encanto y su belleza. Los espíritus observadores se sienten turbados bajo la
nube de riqueza que se extiende sobre el noble mausoleo”…
Como vemos, es de notable calidad la
descripción que hace nuestro paisano de este monumento sagrado del Cairo.
Desde la ciudad de las Pirámides los dos
hermanos cruzan Gaza y Hebrón, y llegan a Jerusalén donde permanecen un tiempo.
En la ciudad sagrada, Jalid copia algunas inscripciones de las que figuraban en
las mezquitas, y que luego reproducirá en su libro. Varias de esas
inscripciones de Jerusalén se han perdido con el paso del tiempo, y sólo se
conocen actualmente gracias a que nuestro Balawi tuvo el cuidado de recogerlas,
lo que constituye un valiosísimo documento.
Según A.S. Tritton, las dos copias del
viajero cantoriano que hoy día aún pueden confrontarse con las originales, por
haberse conservado hasta nuestro tiempo en las cúpulas de las mezquitas de la Roca y en la de Saladino, son
absolutamente fieles. Por tanto, afirma este experto, las demás tienen que
serlo también. Ello le otorga un gran valor documental al texto de nuestro
paisano, ya que, gracias a él, podemos conocer lo que decían aquellas
inscripciones hoy perdidas.
Desde Jerusalén, mientras su hermano le
esperaba allí, el añadío se dirigió a Medina, cruzando el desierto de la
península Arábiga. En su rihla anota, entre otras, la distancia que había desde
la ciudad de Tabuk hasta la de Al-Ula, de esta manera tan peculiar y, bajo mi
punto de vista, tan preciosa: escribe que ambas ciudades están “a seis días de
la fatiga, y del miedo a los bandidos y a la pérdida, a causa de la sed”…
Por fin llega a Medina. Al pisar la tierra
santa de los mahometanos, donde está enterrado el profeta Mahoma, al-Balawi,
emocionado, escribió este poema que traduce Abdallah Hammadi en su tesis
doctoral (1980), no editada, “La poesía en el reino nazarí de Granada”:
“¡Ensalzado sea Alá, load su grandeza!
He aquí a nuestro Profeta, ésta es su
morada.
Apareció ante nosotros el paisaje de
Yatrib y sus maravillas,
lugar de descanso del Mensajero, su
hogar, su estancia.
Éstas son las palmeras de Tiba,
y Mahoma, lo mejor de toda la
humanidad.
Estoy próximo a él.
Esto es el oratorio de al-Baqi,
Aquí está la estancia del Amigo
y éstas son sus huellas.
Aquí ha dejado sus recuerdos.
Ésta es su celeste morada,
en la que Gabriel entonó sus cánticos
espirituales”.
Desde Medina se dirige a la Meca, donde entra, por fin,
el 5 de julio de 1337. Realiza los rituales propios de su religión, y vuelve a
Jerusalén, donde se reúne con su hermano, que allí le esperaba, como hemos
visto, para emprender el regreso a Cantoria, que resultaría más accidentado y
largo en el tiempo de lo previsto… Tras innúmeras peripecias, idas y venidas,
logran llegar a Hunayn, puerto en el que embarcan con destino a Almería. Era ya
la primavera de 1340. Durante esa última travesía una tormenta desvió la nave y
tuvieron que desembarcar cerca de Mojácar; allí pasaron la noche. A la mañana
siguiente emprendieron el camino hasta Cantoria, adonde llegaron esa misma
tarde: la tarde del lunes 29 de mayo de 1340. El periplo de Jalid al-Balawi
había durado casi cinco años.
Al poco de regresar a su ciudad natal,
comenzó a escribir el libro por el que pasará a la posteridad, ordenando y
completando la infinidad de notas y textos que durante su viaje había tomado y
recogido.
8.- Al-Balawi, cadí de Cantoria y de
Purchena
Poco tiempo después nuestro protagonista
ocuparía el cargo de cadí (juez) en su ciudad de nacimiento, y, más tarde, en
Purchena.
En las localidades de la Granada nazarita el cargo
de cadí era muy relevante. Los nombraba, directamente, el sultán; procedían,
casi siempre, de la élite local, y el nombramiento les revestía de un alto
prestigio y les otorgaba un notable poder. Eran la autoridad judicial y
dirigían las oraciones diarias y la predicación de los viernes en las mezquitas.
Su función judicial, por tanto, era inseparable de su carácter religioso, pues,
como sabemos, en el mundo musulmán la religión aparece por completo imbricada
en las leyes y, en general, en toda la vida social, política o judicial. De
hecho, las audiencias o juicios que celebraba el cadí, tenían lugar en el
interior de las mezquitas… Todo esto convertía a los cadíes en personas muy
influyentes dentro de sus poblaciones.
Su indumentaria era peculiar: se cubrían
con turbante; rodeaban sus hombros con un ancho velo de color blanco llamado
taylasán, y sobre su cuerpo lucían una larga túnica con las mangas anchas y de
vivos colores (rojo, verde…). Isabel Calero Secall ha dedicado su tesis
doctoral al estudio del cadiazgo.
En 1347 al-Balawi era el cadí de Cantoria.
Ese año, como quedó dicho en el apartado 5 de este artículo, pasó por nuestro
pueblo el rey Yusuf I, acompañado de su séquito, en el que figuraba el famoso
polígrafo al-Jatib. Ya hemos hablado de la enemistad que existía entre ellos.
El lojeño cuenta, en tono burlesco, que el cadí al-Balawi los recibió con un
enorme turbante que alargaba y dejaba caer por uno de los lados hasta taparle
la parte inferior del rostro, y también lucía sobre los hombros un exagerado
taylasán blanco. Presumía, con afectación, de cultura literaria e imitaba con
ampulosidad las formas y el lenguaje de los orientales. Además -incide en el
retrato satírico que hace de él-, se presentó ante el sultán y su séquito con
la barba coloreada por habérsela teñido con alheña y cártamo…
Ya al caer la tarde, el cadí intenta
congratularse con al-Jatib ofreciéndole una gallina. Y éste cuenta que cuando
le trajeron el ave, la cual habían mandado bajar desde el castillo, algunos
cantorianos la celebraban diciendo: “su madre es la pechiní”; y otros añadían:
“su hermano es el capón que se envió a la capital”… Había quien se acercaba
hasta el lugar donde permanecía atada la gallina para mendigar una parte, hasta
que al-Jatib, enfadado, les espetó: “¡Hijos de puta! Si en su lugar hubieseis
traído un halcón, ¿con qué parte habría yo de pagaros?” (Hoenerbach y Bosch
Vilá).
Bien. Para comprender el tono notablemente
satírico que el lojeño emplea al relatar lo que sucedió en Cantoria y la imagen
cercana a lo grotesco con que retrata a Balawi, no podemos olvidar, insisto, en
la manifiesta enemistad que mutuamente se profesaban y que ha señalado Abdallah
al-Imrani.
Jalid al-Balawi sobrevivió a la terrible
peste de 1347-53. Tras ejercer como cadí en Cantoria durante muchos años, ocupó
el mismo cargo en Purchena. Como vimos más arriba, por el comentario que recoge
Codera, al-Balawi vivía aún en 1364, porque al-Qadi asegura, en uno de sus
libros escrito a finales del siglo XVI, que había tenido en sus manos un poema
de su puño y letra, datado aquel año.
En Purchena hizo varias reproducciones de su rihla,
y la última fecha de su vida que nos consta es la de 1369, ya que ese año
completó, en la localidad vecina, la última de sus copias, según afirma De
Slane en la descripción del Manuscrito Árabe nº 2286 de la Biblioteca Nacional
de París, y que recoge el profesor Van Koningsveld en su comentario del que
después, ya para terminar este largo artículo, hablaré.
9.- Su libro
Como hemos venido señalando, y por tanto el
paciente lector ya conoce, el libro que inmortalizaría a nuestro paisano es una
rihla o relato del viaje de peregrinación.
La rihla, dentro del género de los libros
de viajes, tiene unas características peculiares. Es creación típica de los
musulmanes andalusíes, algunos de los cuales, a partir del siglo XII,
comenzaron a recoger por escrito las peripecias, vicisitudes, aprendizajes
religiosos adquiridos, monumentos visitados, etc., en su ruta de peregrinación
hasta la Meca;
peregrinación que, como sabemos, es uno de los cinco preceptos básicos que debe
cumplir todo buen mahometano.
Las dos obras cumbres de esta modalidad son
las tituladas A través del Oriente, del valenciano del siglo XII Ibn Yubayr,
auténtico iniciador del género; y A través del Islam, el celebérrimo libro de
viajes del tangerino del siglo XIV Ibn Battuta. Ambos están traducidos al español
y editados por Alianza editorial.
Jalid al-Balawi, como hemos visto, escribió
su libro, al menos buena parte de él, en Cantoria, en el peñón del Lugar Viejo,
a partir de 1340, fecha del regreso de su viaje. Él mismo hizo varias copias de
su texto, la última de ellas, que conozcamos, en Purchena, en 1369, como queda
recogido en el punto 8.
Tituló su obra: Taj al mafriq fi tahliyat
ulam al-Masriq. La arabista Rachel Arié traduce este título como: Diadema para
adornar la cabeza de los sabios de Oriente…; Jorge Lirola como: La gran corona,
que trata de la ponderación de los ulemas de Oriente…; Pons Boigues recoge el
título en latín que figura en uno de los manuscritos que se conservan: Corona
verticis de describendis viris ilustribus…
A lo largo de este artículo he venido
apuntando las principales bibliotecas donde se encuentran manuscritos del texto:
París, Berlín, Gotha, Árgel, Túnez, Fez... Sin embargo, aunque conocido y
comentado por numerosos estudiosos desde hacía siglos, no había sido editado en
libro hasta hace unos treinta años.
En los ochenta del siglo XX se publicó, por
fin, en Marruecos, en árabe, en dos volúmenes, en edición de Hassan al-Saih,
quien hace un excelente y amplio estudio introductorio. Al-Saih refuta en él
las acusaciones de plagio que sobre el libro de nuestro paisano lanzó al-Jatib,
así como las de Wrigth referentes a que había robado parte de las descripciones
de Ibn Yubayr. Demuestra y deja claro, de una vez por todas, la falsedad de
aquellas acusaciones que, después, han venido repitiendo, sin someterlas a la
más mínima crítica, numerosos comentaristas y recopiladores.
En su excelente libro de viajes, al-Balawi
anota con minuciosidad multitud de valiosísimos datos que nos dan a conocer,
con detalle, muchos aspectos de la vida cotidiana a mediados del siglo XIV: las
rutas, tanto terrestres como marítimas, que seguían los viajeros y los
peregrinos; el tiempo que se empleaba en los trayectos; los tipos de
embarcaciones y su tamaño; descripciones de monumentos: entre otros, describe
las Pirámides de Egipto, tal y como él las vio en 1337; registro de
inscripciones religiosas que figuraban en las mezquitas y otros lugares
sagrados; los ulemas (sabios coránicos) que conoció, las enseñanzas que de
ellos tomó y los poemas que le dictaron; los poemas compuestos por el propio
Jalid, etc., etc.
Todo esto hace de la rihla de nuestro
añadío un excelente libro, digno de ser traducido y editado en español, y lamentamos
profundamente y nos resulta increíble que aún nadie haya emprendido la tarea de
su publicación en nuestro idioma. Parece mentira que se haya editado en
Marruecos, en árabe, y no dispongamos en España de una publicación en lengua
española.
En la biblioteca de Andalucía, en Granada,
se guarda un ejemplar de la edición árabe citada, con la referencia: 7 B 338.
Lo he tenido en mis manos, y he pasado mis dedos por sus páginas, apenado por
no entender nada de lo que sus líneas dicen…
y 10.- Un manuscrito subastado
La universidad de Leiden, en Holanda, ya
desde antes del siglo XIX, es uno de los más prestigiosos centros de buenos
arabistas de todo Occidente… El profesor de Estudios Islámicos de esa
universidad, P.S. van Koningsveld, nacido en 1943, logró reunir una excelente
colección privada de manuscritos árabes, que fue comprando en subastas públicas
o adquiriendo a vendedores de libros viejos, europeos y magrebíes.
El 18 de noviembre del 2008, este profesor puso
a la venta, mediante subasta, parte de su colección. Uno de los manuscritos
subastados contiene la rihla de al-Balawi, en una copia que se hizo en 1637. Es
un legajo de ciento seis folios que fue vendido en dos mil euros (trescientas
treinta y dos mil pesetas).
El propio profesor Van Koningsveld se
encargó de redactar la descripción y comentarios alusivos a los documentos. El
que hace sobre el manuscrito del cantoriano, además de señalar las
características del legajo, resulta una buena y breve síntesis de lo que sobre
él sabemos. (Agradezco a Natja Baumstein la ayuda prestada en la traducción del
texto del profesor de Leiden, que en el original está en inglés, con algún
párrafo en alemán). Reseña, entre otras cosas, lo siguiente:
“Relación de viaje desde al-Ándalus a
través de los países del norte de África y vía Jerusalén a Medina y la Meca, por Khalid ben Isá al
Baqa Abu al-Balawi, juez en Cantoria, quien vivió entre 1336 (por evidente
errata) y 1369, titulado Tal ak mafriq fi tahliyat ulama al-Masriq. Manuscrito
de 106 folios, de fecha 10 de ramadán de 1637, y copiado por un tal Muhammad
al-Ishaqi…
El manuscrito tiene una pequeña miniatura
de la tumba de Mahoma y de sus dos sucesores, Abu Bakr y Omar, en Medina, en el
folio 47 a.
Esta miniatura no se encuentra, sino muy raramente, en los demás manuscritos de
al-Balawi.
El autor salió el 7 de octubre de 1335 y
regresó a su ciudad natal el 29 de mayo de 1340. Saliendo de Cantoria viajó vía
Hunayn, Tremecén, Bugía, Constantina, Bona, Túnez, Malta, Alejandría, el Cairo,
Gaza, Hebrón, Jerusalén, Al-Karak, Tabuk, Al-Ula, Bir al-Naqa, Hadiya, Medina,
Yamba, Aqabah, Hebrón, Jerusalén, Ramlah, Askalon, Gaza, el Cairo, Alejandría,
Túnez, Baja, Bonah, Constantina, Bujía, Argel, Tremecén y Hunayn, retornando
finalmente a Cantoria.
Como se indica en el manuscrito de Berlín,
la obra había sido dedicada a Nasir al-Din Yusuf (Yusuf I), soberano del reino
de Granada entre 1333-1354…
Se trata de un cuaderno de viaje literario
(distinto a los cuadernos de viaje geográficos), donde el autor habla de sí
mismo y de lo que le rodea, especialmente de las ciudades y sociedades que
visita”…
Bien. Después, el profesor Van Koningsveld
señala las acusaciones de Wrigth (que ya conocemos), pero les contrapone la
afirmación que hace Ahlwardt en la descripción del manuscrito del cantoriano
que se encuentra en Berlín: “Su texto es ciertamente interesante, como también
las menciones que hace de los sabios (ulemas)”…
Luego, el profesor de Leiden dedica un
amplio párrafo al estudio introductorio que del Taj al mafriq hace al-Saih,
donde rechaza las acusaciones de plagio, y reproduce las líneas siguientes: “La
verdadera fuente del viaje de al-Balawi es su experiencia personal y su
observación de los santuarios y antigüedades, así como su directo contacto con
los sabios. Al-Balawi no se basa en otras descripciones de viajeros que le
precedieron, sino que se basó en observaciones personales”…
Finalmente, nos da la información, tomada
de Ahlwardt, de que un nieto de al-Balawi, llamado Khalid ibn Ahmad ibn Khalid,
hizo una copia y un comentario a la obra de su abuelo en el año 1416.
Curiosamente, esa misma información la contiene el manuscrito del cantoriano que
se conserva en la biblioteca Qarawiyyina, de Fez, según nos dice al-Saih.
Sobre el nieto de al-Balawi apenas tengo
información. Desconozco si nació también en Cantoria, o alguna otra
circunstancia de su vida. En dos ocasiones escribí al profesor Lirola Delgado, solicitándole
información sobre él, si la tenía, o alguna referencia documental o
bibliográfica que pudiera facilitarme. En ambos casos obtuve como respuesta un
amable silencio…
No así el profesor de la universidad de
Cádiz Fernando Velázquez Basanta, quien de inmediato me contestó con toda
amabilidad y diligencia, informándome que en uno de los tomos de la Biblioteca de Al-Ándalus,
que aún no ha visto la luz, pero de publicación inminente, él mismo firma la
entrada sobre el nieto del Balawi, y allí podremos leer buena parte de lo que
se conoce sobre este personaje.
Esperamos, impacientes, la salida de tal
tomo…
Juan Chirveches
Publicado en la revista de Cantoria
Piedra Yllora, nº 7. Agosto - 2012