miércoles, 18 de enero de 2012

LA POLÍTICOSCRACIA


                                                                        Por  Juan Chirveches

    Así al pronto, cualquiera comprende que la actividad política es noble y necesaria, porque sirviera, en la sociedad, para regular, reglar y arreglar convivencias; encauzar necesidades, frenar desmanes, restringir atropellos, conseguir beneficios para la mayoría… Esto, al menos, en el plano teórico.
   En el plano real, lo que ocurre, por lo común -aunque de todo hay, claro-, es que la gente que entra en política suele llevar en su espíritu, marcado a fuego, el tatuaje de la suficiencia, de la prepotencia y de la ambición. Y una vez instalados en el poder, son ellos mismos quienes -en más ocasiones que las deseables- propenden al abuso y al atropello; al enriquecimiento personal mediante turbios atajos; al favoritismo, al capricho, al derroche, a la megalomanía y a la vanagloria. 
    Ayudados, sin duda, en esa deriva, por la corte y la cohorte de que se rodean; y por la canalla económica, por los delincuentes de cuello blanco que constantemente los asedian y los tientan; y ante los que, demasiadas veces, sucumben.
    Y aunque no todos los hombres públicos, ni mucho menos, sean así, pasa en esto de la política que una sola golondrina sí hace verano; y que, en cestas llenas de piezas sanas, una sola fruta podrida afecta e impregna de mal olor al resto. Pero un resto, por cierto, que ante las irresponsabilidades, las tonterías, las trapacerías o las trampas de sus correligionarios, suele callar. Y calla, quizá, por disciplina de partido; aunque, principalmente, por cobardía o porque su propia ambición se lo impide, ya que denunciar tales actitudes con voz alta y clara, le supone quedar, automáticamente, en fuera de juego y fuera del juego.
    De esta manera, el conjunto de los que llegan al núcleo del poder, a sus arrabales y a sus cloacas termina por formar un magma espeso, difícilmente tocable, abordable y cambiable. Un magma que, con dinero público, de manera abusiva, se autoconcede privilegios; se autopone sueldos y jubilaciones de oro; se autopaga dietas, desplazamientos en primera clase o en coches de alta gama, hoteles de lujo, comilonas y bolsas de doritos; financia exposiciones, revistillas y conferencias, no a los de mérito objetivo (que sería justo y necesario), sino a quienes le doran la píldora.
    Un magma de gobernantes, de poder político -vinculado y, muchas veces, lacayo del poder financiero- que no parece gobernar para el bien común, sino para su propio bien o sus propios caprichos ideológicos o personales. Un magma de poder que se percibe como arbitrario, y al que últimamente se le viene conociendo y nombrando como “la Casta” (la casta política). 
   Pero que nosotros denominaríamos como el régimen de la Políticoscracia. Régimen que se caracterizaría por el gobierno o el poder caprichoso e irresponsable de los políticos, de la clase política, bajo formas -o barniz- aparentemente democráticas, alejado sin embargo, en la realidad del día a día, de la democracia transparente y real. Se definiría como el gobierno de los políticos no al servicio del conjunto de la nación, sino al servicio de sus propias ocurrencias y de sus propios intereses, privados o de partido. 

Otras características
    Se caracterizaría también, la Políticoscracia, por el número exageradamente alto de políticos y de cargos, muchos de ellos innecesarios como puedan ser, por ejemplo, los doscientos sesenta senadores o la multitud de consejeros regionales con su constelación de delegados, subdelegados, asesores, etc.. Por la ausencia de límite temporal en sus mandatos o nombramientos. Por permitirse que un político pueda ser, simultáneamente, concejal, senador, presidente de diputación, presidente de no sé cuántas cosas más, vocal de no sé cuántas empresas públicas o semipúblicas, consejero de alguna caja de ahorros… todo a la vez y al mismo tiempo; y cobrando. Por no tener que responder ante nadie, cuando se van, de sus excesos, de sus caprichos, de sus derroches, de sus desaguisados ni de sus estupideces. Y por la blandura de las leyes para poner coto a lo que queda dicho, o frente a la corrupción, prevaricación y cohecho, que en infinidad de ocasiones se saldan con una multilla. Y luego con un indulto.
    Hoy en España, entendemos nosotros, hemos vivido, y seguimos viviendo, bajo el régimen de la Políticoscracia: el dominio absoluto de los políticos, que extienden y meten sus tentáculos en las cajas de ahorros (a las que han liquidado); en la cultura, en el espectáculo, en el deporte, en las televisiones y demás medios de comunicación, no para organizar (como es lógico), sino para influir y medrar… Son tantísimos que están por todas partes. Nos tienen rodeados.
    En el régimen de la Políticoscracia el pueblo no tiene influencia, control ni poder alguno sobre los políticos, como sería lo deseable, sino que son éstos quienes controlan, influyen y manipulan al pueblo, como se ve claramente, por ejemplo, en el asunto de las autonomías regionales, o, en su tiempo, con la entrada en la OTAN o la introducción del euro. 
    En la Políticoscracia, el gobernante, porque se le ocurre a él, sin que nadie se lo impida, puesto que hasta los más altos tribunales están al servicio de sus despropósitos, el gobernante, puede, por ejemplo, qué le digo yo, horadar montañas por debajo de monumentos universales; deshacer históricas naciones; enfrentar poblaciones por historias del pasado; privilegiar regiones; arruinar países; permitir que se levanten por doquier infames paredones; o que se metan mamotréticos hoteles en medio de parques naturales o parajes protegidos; empujar a su país a todo un desbarajuste económico, social y judicial…, y, en fin, todo un catálogo de barbaridades que los españoles conocemos muy de cerca y padecemos.  
    Porque esta Políticoscracia bajo la que vivimos, entre unas cosas y otras, ha echado a España por la ventana.

                                                                                           J. Ch.


              Publicado en Ideal. Granada, 7 de diciembre - 2011
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