martes, 22 de mayo de 2012

LA NUESTRA INDIGNACIÓN


                                                              Por Juan Chirveches


    Desde el fondo hondo del magma social, donde a lo largo de los últimos años se ha ido acumulando, recalentando y recociendo, ha aflorado a la superficie de nuestras ciudades, y se ha derramado por calles y plazas, la Indignación. Y ha estallado.
    Toda España fue un clamor. Y el eco de ese clamor, levantado el 15 de mayo del 2011, ha asordado caminos, traspasado fronteras y retumbado por los oídos de las cinco partes del mundo. Un grito de protesta recorre España. Un grito fuerte, agrandado por las voces indignadas de hombres y mujeres; de jóvenes y mayores; de septentrionales y meridionales; de conservadores, de progresistas y de apolíticos.
    Convocadas por las llamadas “redes sociales” que fluyen por Internet, y al margen y por encima de banderías políticas o ideológicas, cientos de miles de personas tomaron -y acamparon- las principales plazas públicas de nuestro país para mostrar su indignación contra los privilegios, los abusos, las corrupciones, las torpezas y las enfermas connivencias de la clase política.
    Una clase política a la que se percibe autoconstituida en casta privilegiada y abusona, con sus elevados sueldos, sus altas dietas y sus altísimos retiros de oro; enchufadora de familiares y camaradas; connivente -o cómplice- con los avariciosos financieros, con los constructores chorizos y con los dirigentes corruptos; presionadora y manipuladora de la independencia de la Justicia, a la cual ha contaminado, manchado y desprestigiado… Casta que, en su desvarío, ha llegado a creerse dueña del cortijo nacional, cuyas tierras cree poder roturar y desroturar a su antojo y capricho; que nos ha sumido, por su irresponsabilidad y sus despilfarros, más hondamente que a otros países, en la peor crisis económica de los últimos ochenta años, con su tristísima secuela de cinco millones de desempleados.
    Los indignados exhiben eslóganes que, esperanzados e ingeniosos, resumen el sentido de su protesta: “No hay suficiente pan para tanto chorizo”; “Colorín, colorado: este cuento se os ha acabado”; “Rebeldes sin casa”; “A mí no me representan”, etc., y piden una regeneración en profundidad de los sistemas político y financiero del país…
    En los últimos años la desmoralización de los españoles ante las actuaciones de los políticos y el tremendo descrédito de éstos, se ha reflejado en las serias calas que hace el Centro de Investigaciones Sociológicas: vemos a la clase política como el tercer problema nacional; y en una escala de confianza de cero a diez, otorgamos un 2,8 a los partidos políticos y un 3,5 al Gobierno… Con eso está todo dicho. De ahí la Indignación que ha estallado en las calles. Y de ahí la necesidad de una Democracia más real, y de una profunda regeneración, y de unas reformas estructurales que deben comenzar por:
    Reforma de la Ley Electoral, que introduzca las listas abiertas. Y que corrija, además, el injusto baremo que permite el disparate de que en las últimas elecciones generales (2008), Izquierda Unida, con casi un millón de votos, tenga dos únicos diputados en Madrid, mientras que los catalanistas de Convergencia y Unión, con doscientos mil votos menos, tengan nueve diputados más (once)… O que Unión Progreso y Democracia, con trescientos mil sufragios, obtuviera un solo escaño, en tanto que el Partido Nacionalista Vasco, con idéntico número de papeletas, sumara seis… Con el agravante de que, a la postre, esos dieciséis o diecisiete diputados nacionalistas, sobre un total de trescientos cincuenta, son los que, mediante pactos para sostener en el gobierno a los partidos mayoritarios, condicionan e imponen sus egoístas e insolidarias políticas al resto de los españoles.
    Supresión del Senado. Es una cámara superflua e inútil, absolutamente prescindible, que sangra el Presupuesto en unos diez mil millones de pesetas anuales (casi sesenta millones de euros).
    Eliminación de las duplicidades provocadas por las Autonomías regionales, con la recuperación y gestión por el Estado Central de la Educación, la Sanidad, la Hacienda, la Justicia, la Hidrografía, la Policía y el Urbanismo.
    Reducción ostensible de la multitud de Empresas públicas autonómicas, y cierre de las pseudoembajadas regionales que proliferan en el exterior.
    Moralización y transparencia: Limitar a ocho años los mandatos de todos los gobernantes. Prohibición de que los cargos públicos acumulen más de un sueldo y más de una función al mismo tiempo (los hay que son, a la vez, concejales, senadores, presidentes o vocales de no sé cuántos organismos y empresas públicas o semipúblicas… cobrando por todo, claro). Que se agraven de forma contundente, a los cargos públicos, las penas por corrupción, prevaricación y cohecho.  
    Que, a efectos de jubilación y cobro de pensiones, se aplique a los señores diputados exactamente el mismo baremo que al resto de la población: en la actualidad, un trabajador cualquiera necesita tener cotizados treinta y cinco años, y haber cumplido sesenta y cinco, para cobrar el cien por cien de la pensión; mientras que a un parlamentario le basta con tener sesenta años y haber cotizado doce…
    Despolitización real de la Justicia.
    Consulta, mediante referéndum nacional, de los grandes asuntos que nos afecten a todos, como debió hacerse con la introducción de esa estafa del euro, o la aprobación de los Estatutos regionales llamados de segunda generación, que no pueden considerarse legítimos sin una consulta a toda la nación.
    Mayor y más estrecho control a la Banca para impedir atropellos como, entre otros, el que las personas que entregan al banco su vivienda, al no poder afrontar el pago de la hipoteca, tengan que seguir pagando el crédito concedido, aun después de quedarse sin la casa.
    Y que se ponga coto y no se permita el descarado latrocinio con que nos atracan en los precios de las viviendas.


                                                                                            J. Ch.   


                   Publicado en el diario Ideal. Granada, 31 de mayo - 2011