Por Juan
Chirveches
A Puskas,
uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos, cuando llegó al Real
Madrid en 1958, comenzaron a llamarle “Cañoncito ¡Pum!”, porque, en lugar de
pierna izquierda, tenía una artillería pesada con la que disparaba metralla de
cuero hacia la puerta de los rivales.
También le
llamaban Pancho y Panchito.
Nunca hubo
un goleador como Puskas, tan numeroso y tan contundente. Cuando cazaba un balón
en las inmediaciones del área, no se andaba con florituras ni con dudas ni con
tonterías: cargaba el misil de su zurda, tensaba la pantorrilla y disparaba un
cañonazo que entraba como un obús en la portería rival, defendida por un
guardameta boquiabierto y petrificado.
Entre los
niños de la época era fama que, una vez, en Hungría, Ferenc Puskas había roto
de un zambombazo las redes de una meta. Porque Puskas es húngaro. Durante
muchas temporadas jugó en el Honved de Budapest que, a mediados del siglo XX,
antes de que lo reemplazara el Real Madrid, fue el mejor equipo del mundo.
Los
húngaros, a finales de los años cuarenta, habían revolucionado la estrategia
futbolística con una innovación táctica que les hizo invencibles durante mucho
tiempo: la WW o
“doble punta de lanza”. Consistió, básicamente, en que los extremos avanzaran
desde posiciones más retrasadas, al tiempo que los interiores se adelantaban y
entraban en el área como flechas, en línea recta. Lo cual provocaba un tremendo
desconcierto en la defensa rival -que en la época estaba formada por solamente
tres jugadores- constantemente rebasada por la tromba de atacantes que ahora se
les venía encima.
Con ese
esquema, durante varios años, tanto el Honved como la Selección Húngara
(“los Magiares Mágicos”) golearon a todo el que se le puso delante...
Pancho
Puskas era una de las piezas clave de aquel sistema. Sobre que, con sistema o
sin sistema, fue el mejor goleador que ha habido nunca: con Hungría marcó
ochenta y tres goles en ochenta y cuatro partidos, registro casi imposible de
superar.
En 1956
los comunistas soviéticos aplastaron con sangre el intento de la nación húngara
de sacudirse el yugo (¡eso sí que era un yugo!) estalinista. Al Honved le pilló
de gira en el exterior, y casi todos sus jugadores aprovecharon para huir;
entre ellos Kocsis y Czibor, que fueron fichados por el Barcelona, donde ya
estaba Kubala, que había huido antes, y Puskas, que fue fichado por el Real
Madrid. En el equipo blanco se unió a Di Stéfano y formó parte de la mejor
delantera de todos los tiempos: Kopa, Rial, Di Stéfano, Puskas y Gento.
Eran los
años en los que, si por casualidad, algún equipo de cualquier lugar del orbe se
le ponía tonto al Real Madrid, allí aparecían Di Stéfano o Puskas, o los demás,
metían en un santiamén cuatro o cinco goles como cuatro o cinco cañonazos, y
allí se acabó lo que se daba y no había más que hablar.
Y si no,
que se lo pregunten al Eintracht de Frankfurt, aquel equipo alemán que en la
final de la Copa
de Europa de 1960 -la más alta ocasión que vio, y probablemente verá, el fútbol
de clubs- empezó por subírsele a las barbas al Real y marcaron el primer gol.
Allí se pusieron Puskas y Di Stéfano a meter goles y, en menos que canta un
gallo, se fue el Madrid a 5-1. Y siguieron... Luego, el equipo español se dejó
meter dos goles para que en Europa no le llamaran abusón, y acabó el partido
7-3.
Aquella
tarde memorable, en el Hampdem Park de Glasgow, ante 135.000 incrédulos
espectadores, Puskas metió cuatro goles; y los otros tres, Di Stéfano, el mejor
futbolista de la Historia…
Vi jugar a
Puskas en Murcia, en el viejo estadio de la Condomina, una tarde del
otoño de 1963 en la que los defensas pimentoneros patearon sin piedad las
espinillas del Cañoncito Pum.
Puskas era
una bomba redonda y chatilla que subía y bajaba por el campo; paraba, pasaba,
centraba, chutaba, corría y aguantaba estoicamente las coces murcianistas,
trabajando como un albañil en el tajo del césped, él, que seguía siendo, a sus
treinta y seis años, uno de los mejores futbolistas del mundo.
¡Ay,
Panchito Pum, Panchito Pum: qué jugadas traidoras nos depara el juego de la
vida!
Ahora,
Ferenc Puskas tiene el terrible mal de Alzheimer. Ahora, Ferenc Puskas navega
por un mar de niebla y olvido. No sabe Panchito Pum que fue muy grande. Ya no
sabe que, durante muchos años, alegró la ilusión de los niños. Ya no sabe que
guardábamos sus estampas como joyas sagradas. Ya no sabe nada Panchito Pum.
Juega en campos de tinieblas.
¿Quién ha
pateado tus recuerdos de aplausos y admiraciones? ¿Quién ha arrasado tu
nostalgia de áreas y goles? ¿Quién ha secuestrado tu memoria de triunfos y
Copas de Europa?
Necesita
la familia de Puskas bastante dinero para sus cuidados. El Real Madrid le ayuda
desde hace cinco años con una importante suma. El día 2 de noviembre se
subastan en Chester, Inglaterra, muchos objetos personales de Puskas…
Yo no sé,
Cañoncito Pum, si el Real Madrid va a estar en la subasta. Pero sí sé, que, si
yo fuera millonario, estaría allí, en primera fila. Y compraría por el doble de
su precio todos los objetos: tus botas, con su olor a gloria y a sudor de
goles; tu camiseta, si sudada y sin lavar, mucho mejor; tus calcetas blancas,
que eran como la munición con que cargabas la batería de tus pies. Pero sobre todo,
sobre todo, yo pagaría un potosí por el rescate de tu memoria, Cañoncito Pum.
J.Ch.
Publicado en el diario Ideal. Granada, 1 de noviembre - 2005.